Pregón Florentino Ulibarri
Los que hemos sido bautizados, los que hemos acogido la revelación del Dios vivo, los que hemos descubierto que somos sus hijos, los que seguimos escuchando la voz del Espíritu, ¡adentrémonos en el desierto sin miedo y caminemos con paso ligero! Cuaresma es este tiempo de preparación e inicio, tiempo para vivirlo en camino, sin instalarse, sin retenerlo, sin lamento, con la esperanza siempre mantenida y la mirada fija en otro tiempo, la Pascua, que siendo tiempo de paso es definitivo. Entremos en Cuaresma convencidos, listos para el combate, ligeros de equipaje, con mente despejada, calzado apropiado, entrañas llenas de ternura y misericordia y mucha paciencia con nosotros mismos… ¡Bien equipados en cuerpo y espíritu! Dejémonos mecer por la brisa del Espíritu; pongamos nuestro corazón en sintonía con los latidos de Dios y el grito de los afligidos, desprendámonos de todo lo accesorio, bebamos en los manantiales de la vida y no nos dejemos engañar por los espejismos del desierto. Bajemos del monte a los caminos de la vida, no nos acomodemos en las alturas, descendamos sin miedo y llenos de misterio, y vayamos al encuentro de quienes andan perdidos y necesitan salud y consuelo. ¡No profanemos los templos de Dios vivos! Acudamos a los pozos de agua fresca de nuestra tierra y, como aquella mujer samaritana, dialoguemos con quien nos pide e interroga aunque no sea de nuestra cultura, fe y cuerda. ¡Quizá así conozcamos el don de Dios: cómo nos ama, busca, sueña y espera! No miremos nuestra ceguera y vida rota como consecuencia y castigo de nuestra historia. Él no viene para que todo siga tal como está sino para ofrecernos la novedad de Dios y su amistad, para abrirnos los ojos, cambiarnos por dentro y deshacer tantos e insoportables montajes y miedos. En Cuaresma, y en todo tiempo, los cristianos estamos amenazados no de muerte sino de vida, aunque seamos unos parias o unos lázaros cualquiera. Vivamos en paz y sin atormentarnos a pesar de los afanes de la vida y de la historia pues Él pasa junto a nosotros, nos ama y nos cura. Los que hemos sido bautizados, vivamos la Cuaresma bien despiertos, caminando en fraternidad, sin miedo, con fe, esperanza y amor sostenidos, y fijos los ojos en Jesús Nazareno que va junto a nosotros abriéndonos camino.